Sobre el olvido o el desconocimiento voluntario

A la izquierda, Di Stéfano; a la derecha, Shevardnadze.

A la izquierda, Di Stéfano; a la derecha, Shevardnadze.

Hace cuestión de dos días, el 7 de julio de 2014, moría Alfredo Di Stéfano, el mítico jugador argentino del Real Madrid que consiguió, entre otros méritos de su envidiable palmarés, nada más y nada menos que cinco copas de Europa en la década de los cincuenta. Da la casualidad que el mismo día moría otro importante nombre, aunque algo más desconocido por la mayoría, éste es Eduard Shevardnadze, quien fuera ministro de asuntos exteriores de la URSS en 1991 y luego presidente de la República de Georgia entre los años 1995 y 2003.

La pregunta es: ¿por qué se hace tanto eco de una de estas muertes, la del futbolista argentino, y ni si quiera una simple mención de la del expresidente georgiano? No creo que sea cosa del azar, sino más bien fruto de la manipulación informativa que padece, crónicamente, nuestro país. Evidentemente que poco se sabe de la política y cultura de estos países que, a priori, parecen tan lejanos. Yo soy el primero que reconozco que no sabía el nombre pero al menos hago el pequeño esfuerzo de buscar información del mismo en cuanto me encuentro con su nombre en la red.

Porque, pensad, ¿es casualidad que a muchos de nosotros nos suenen los nombres (en este caso apellidos) tales como Kennedy, Clinton o Bush? Incluso si miramos más atrás nos sonarán Eisenhower o Washington. Con esto quiero decir que muchos nombres de personajes importantes caerán en el olvido por dos razones: la evidente concentración informativa en ciertos asuntos, países y nombres; y el desconocimiento voluntario de la gente. Nunca hemos de aspirar a saberlo todo, pero sí muchas cosas, porque deberíamos ser personas con inquietudes y porque, como dice el refrán, el saber no ocupa lugar (al menos no mucho).

Sobre el conflicto ucraniano y el fantasma de la paz

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Llevamos más de tres meses de continuos cambios en el territorio que un día vio nacer el rus de Kíev, uno de los primeros principados eslavos, Ucrania. Tras la revolución del Euromaidán en Kíev, vinieron las sucesivas protestas en el sureste de Ucrania, principalmente en Donétsk, Járkov, Lugánsk y Crimea. Al poco tiempo el ya expresidente Víctor Yanukóvich se exilió a Rusia por motivos de seguridad y las regiones nombradas antes se autoproclamaron repúblicas populares independientes, aunque no fueron reconocidas internacionalmente. A todo esto lo siguió un gran escándalo en los medios de comunicación occidentales sobre la figura del corrupto Yanukóvich y los pro-rusos, así como la figura del odiado Putin; si a esto le añadimos una glorificación del movimiento del Euromaidán y de sus líderes como Yulia Timoshénko o Victor Klitchkó, estamos ante un cóctel molotov de desinformación.

Poco tardó en llegar el referéndum de independencia de Crimea y la posterior anexión a la Federación Rusa. Sin embargo, el resto de regiones no corrieron la misma suerte y fue entonces cuando empezaron los enfrentamientos reales entre pro-ucranianos y pro-rusos. Todo el mundo acusaba a Putin y Rusia de introducir tropas en las regiones del sureste de Ucrania, pero lo cierto es que a día de hoy sólo se pueden ver claras evidencias de que son las tropas del ejército ucraniano las que tratan de ocupar estas regiones y a las milicias populares pro-rusas y antifascistas que no dan su a brazo a torcer.

Hace apenas dos semanas se celebraron las elecciones y el oligarca Piotr Poroshénko venció contra todo pronóstico. Después de cerca de mes y medio de conflicto real no reconocido como guerra civil, es evidente que lo es. Se han cobrado la vida de centenares de personas, tanto de un bando como del otro. Me atrevería a decir que, sin lugar a dudas, Estados Unidos y la Unión Europea están detrás por motivos económicos (no olvidemos que Ucrania es uno de los países más ricos energéticamente hablando, siendo también el país por donde pasa el gas y el petróleo rusos antes de llegar a Europa) y geoestratégicos (existe un claro interés por parte de USA por poner bases militares y submarinos nucleares cerca de su archienemigo ruso).

En definitiva, todo apunta a que estamos viviendo el comienzo de una segunda Guerra Fría y que estamos lejos del deseado final del actual conflicto ucraniano. Cabe recordar que recientemente ha tenido lugar la cumbre del G-7 en Bruselas en la que se ha intentado abogar por la paz en Ucrania y por el diálogo con Rusia. Personalmente, creo que esto no servirá de nada porque realmente Rusia no está agrediendo a nadie, sino todo lo contrario, quiere la paz y ha hecho y hará todo lo que esté en sus manos para conseguirla. Pero mientras el gobierno estadounidense, el mismo que promueve invasiones en países tercermundistas, o que defiende dictaduras como la de Arabia Saudí, o que mantiene Guantánamo abierto pese a que se ha demostrado en reiteradas ocasiones las condiciones inhumanas de los reclusos, siga teniendo el poder que tiene en la coyuntura internacional, la pregunta que nos tenemos que plantear es la siguiente: ¿es realmente posible alcanzar la paz?